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SEO. Detrás de estas tres siglas se esconden tres palabras inglesas, Search Engine Optimization, aunque para simplificar solemos llamarlo posicionamiento web. Nos parece un término modernísimo, pero se hace desde mediados de 1990, cuando los administradores de páginas web ya eran conscientes de lo importante que es aparecer en los primeros puestos de búsqueda cuando un usuario utiliza un buscador. En aquellos tiempos todos usábamos Altavista; hoy Google es el rey. Aparecer en las primeras páginas de los buscadores significa que una empresa existe: más allá de la tercera o cuarta página está la muerte.

Para conseguir estar vivo en la red, es decir, aparecer en las posiciones más altas de los resultados de búsqueda, el SEO es determinante. Y la base del SEO son los contenidos. Esto, para una periodista, es maravilloso, porque en estos tiempos en que nuestra profesión está por los suelos, resulta que sí tenemos valor: sabemos redactar adecuadamente una web con palabras clave. Claro que hay mucho más trabajo detrás: la estructura de la web debe ser estupenda, con nuestras secuencias de palabras clave correctamente insertadas… pero eso es tarea de otros profesionales. La mía es escribir el contenido de forma correcta.

Si os fijáis, cuando hacéis una búsqueda en Google, los primeros resultados que aparecen son patrocinados, normalmente. A diferencia de otro tipo de productos publicitarios, en un buscador por pagar no escalarás puestos: solo lo harás si, compitiendo con páginas de contenido similar, tú has hecho una adecuada estrategia de SEM (Search Engine Marketing), el llamado marketing en motores de búsqueda. Es decir, que solo escalarás puestos, aun pagando, si tu contenido es bueno. A los buscadores no les compensa ofrecer resultados que no necesita el usuario, porque su éxito se basa en ofrecerle los mejores. Por eso una buena redacción SEO te ayudará notablemente a mejorar a la larga los resultados de tu empresa: una web bien redactada escala puestos en los buscadores más fácilmente que una mal escrita.